domingo, 27 de febrero de 2011

ESTÉTICA ROMÁNTICA: DE LA IMITACIÓN A LA EXPRESIÓN.

Basta recordar que para el romanticismo el arte es producción de verdad, que para los románticos el modo de abrirnos paso al conocimiento del mundo consiste fundamentalmente en la actividad artística, para comprender inmediatamente el recorrido que lleva a la estética romántica a uno de sus resultados más importantes, a una transformación que marca una clara distinción respecto de las teorías precedentes: el definitivo abandono del principio de imitación. […] La tesis de que las artes en general puedan considerarse como una reproducción de la realidad, una imitación de la naturaleza, una mímesis de objetos o acciones, forma parte esencial de las convicciones más estables y extendidas de la estética occidental hasta finales del siglo XVIII, y ha constituido la piedra angular sobre la que se han construido la mayor parte de las teorías estéticas que se han sucedido en este larguísimo periodo. […]
A.W. Schlegel, por ejemplo, ataca frontalmente el principio de imitación en la parte introductoria de su Doctrina del arte, cuando sostiene que sólo se puede decir que el arte imita la naturaleza en el sentido de que tanto el arte como la naturaleza actúan productivamente. Arte y naturaleza están vinculados no porque el primero reproduzca a la segunda, sino porque ambos son fuerzas activas, generadoras. […]
La insistencia en el carácter autónomamente productivo de la imaginación, en su condición de creación y no reproducción de elementos dados, trae a un primer plano la capacidad productiva del artista, y condiciona que el arte sea concebido como una producción libre del sujeto. […] A este propósito, cabe considerar que la crisis de la idea de que el arte se vincule a la reproducción de un dato exterior se relaciona estrechamente con la aparición de un paradigma según el cual ya no se considera el arte como reflejo del exterior en la mente del autor, sino como proyección desde la subjetividad. El arte deja de ser imitación, ahora es expresión.

P. D’Angelo, La estética del romanticismo, ed. Visor, Madrid, 1999, pp. 117-157.



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