lunes, 4 de abril de 2011

EN DEFENSA DEL EJERCICIO.

 En música hay unas composiciones muy curiosas: los estudios. Se trata de piezas musicales que son creadas para ejercitar la técnica del instrumentista. Son especialmente célebres los estudios para piano. Muchos de esos estudios alcanzaron además de valor como ejercicio, valor estético. El caso más obvio puede ser el Estudio Op.10 Nº 12 (Revolucionario):



Quizás uno más difícil para el oído pero por el que tengo debilidad es el estudio Op. 39 Nº 6 de Rajmáninov (o Rachmaninov):


 ¿Por qué os cuento esto? Porque es esta la mentalidad con la que debéis abordar la última tarea. No se trata de escribir una gran obra, sino de ejercitaros.

 ¿Ejercitar qué? Roman Jacobson ve que el lenguaje tiene seis funciones, una por cada elemento comunicativo: la función expresiva (emisor), la función conativa (receptor), la función fática (canal), la función referencial (referente), la función metalingüística (código o lenguaje) y la función poética (mensaje). Os propongo que elijáis una de estas funciones y que exploréis sus límites. Imaginaos un texto en el que lo importante fuera únicamente la expresividad subjetiva del autor.

 Si lo pensáis, hacer este ejercicio es un asunto muy artificioso, es atrofiar lo que entendemos por literario. Pero esto sólo lo sabremos nosotros que lo hemos creado, el receptor podrá decidir como en el primer estudio de esta entrada que es una bella pieza de arte. Esto es trampa, sí, lo sé, pero no fuimos nosotros los que inventamos la tramoya.