sábado, 27 de abril de 2013

UNA HISTORIA DE AMISTAD.



La singularidad o interés de La invención de la Generación del 27. La verdadera historia del nacimiento del grupo literario de 1927, después de todo lo que se lleva escrito sobre la misma, es mostrar desde el reconocimiento y la admiración de sus componentes, la dimensión más humana de aquellos jóvenes que por cumplir su sueño desafiaron a lo establecido, y fueron capaces de urdir una de las tramas más “literarias” de nuestra literatura.
Investigar sobre el periodo en que se sitúa el nacimiento del grupo, entre mayo de 1926 y diciembre de 1927, saca a relucir que algunos de los hechos que se cuentan y que se han estudiado y se estudian como ciertos (y hasta como fundamentales para entender la historia de la literatura española del siglo XX) ni fueron tan esenciales ni tan reales como se nos ha transmitido, más bien respondieron a una recreación que solo puede estar al nivel de la genialidad de sus impulsores y de sus protagonistas.
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Y así fue cómo de la mano de Gerardo Diego y de la aquiescencia del otro de los protagonistas de esta maravillosa invención, su amigo y compañero Rafael Alberti, a la sazón secretario de la comisión organizadora de los actos organizadas en torno a Góngora, que la crónica de los sucesos de Madrid pasó de ser una feliz, jocosa y hasta afortunada invención, tan propia del clima, los usos de la modernidad y de las vanguardias españolas y europeas, a convertirse en historia.
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Cuando se revisan las fuentes directas que pudieron dar o dieron cuenta de los supuestamente montado en Madrid en mayo de 1927 para conmemorar el tercer aniversario de la muerte de Góngora, una lectura minuciosa de los textos nos va a regalar la grata sorpresa y la frescura de lagunas sobre las que no se ha buceado lo suficiente, y en las que vamos a vislumbrar que lo que acaeció en torno a Góngora, tanto en la capital del reino como en Sevilla, no transcurrió como nos lo contaron, e incluso que algunos eventos ni siquiera sucedieron.
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Por todo eso, ahora, cuando ha pasado el tiempo y es necesario el restablecimiento de la verdad contrastada, sabemos que el proceder de nuestros estimados autores solo debe contribuir a entender que fueron su dominio de la realidad y su capacidad, los que convertirían la frustración del fracaso inicial en un éxito innegable. Y sobre todo que la campaña de autopromoción y de lanzamiento de sus componentes, de innegable repercusión en la proyección futura de su obra, quizá fe una de las primeras campañas de marketing y publicidad exitosa diseñada desde dentro de la literatura española. Ese sin duda sería otro de los méritos de la que José Bergamín —uno de los participantes en los eventos— llamaría después la “Generación del 27 Sociedad Anónima”: su capacidad para rentabilizar cada una de sus apariciones públicas con el propósito de ser y de vivir de y para la literatura.
Por eso esta obra, que busca en los recodos de la humanidad y de la genialidad de nuestros autores, posiblemente contribuirá a restar a lo que Luis García Montero con otros autores llama la mitología del 27”, y a sumar a favor del conocimiento de unos creadores de primera fila que tuvieron muy claro desde el principio su firme propósito de existir.

Manuel Bernal Romero, La invención de la Generación del 27. La verdadera historia del nacimiento del grupo literario de 1927, Berenice, Sevilla, 2011, pp. 11-14.

jueves, 25 de abril de 2013

UN GRUPO DE AMIGOS.




Un grupo poético es nada más y nada menos que una piña de amigos que se reúnen, que se estiman, que siguen siendo, parte del motivo ocasional de su constitución sin solemnidad ni objetivo político, filosófico ni siquiera de proclamación de principios poéticos, un grupo en que cada uno es cada uno, distinto en su vida, en su arte, a veces hasta opuesto a algún otro del mismo grupo. Guillén es todo lo contrario, por ejemplo, de Altolaguirre y lo mismo lo es Lorca de Aleixandre o de Juan Larrea, uno a uno, de todos o de casi todos.

Gerardo Diego, Obras completas, Prosa, Tomo VIII, prosa literaria (volumen 3), Alfaguara, Madrid, 2000, p. 270.

lunes, 22 de abril de 2013

TOLKIEN Y C.S. LEWIS





[…] Lewis siguió alentando a Tolkien cuando éste intentaba terminar El Señor de los Anillos. “Según parece, no tengo ninguna energía mental, ni invención”, había escritor Tolkien a principios de 1944, cuando su trabajo en El Señor de los Anillos llevaba muchos meses estancado. Lewis, al percatarse de la falta de progresos de su amigo, le urgió a terminar la obra. “Necesitaba un poco de presión, y probablemente responderé a ella”. En Abril volvió a escribir y a leer los nuevos capítulos a los hermanos Lewis y Charles Willliams. En  una carta para su hijo escribió que el “segundo capítulo” había sido “aprobado” por sus compañeros de los Inklings.

 


[…]
Si la dmiración de Lewis por Tolkien es evidente, también lo es la influencia de la obra de Tolkien en los esfuerzos literarios de Lewis. La creación de Narnia por parte de Lewis era sin lugar a dudas un reflejo, aunque pálido en unas aguas creativas más superficiales, de la Tierra Media de Tolkien y al menos un crítico ha sugerido que el germen de The great divorce  de Lewis se halla en el relato peripatético y purgatorio de Hoja de Niggle de Tolkien.
Sin embargo, a pesar de las crítica de Tolkien a la obra de Lewis, sería completamente erróneo e injusto insinuar que la influencia sólo fluyó en una dirección. Tolkien obtuvo un gran provecho de su amistad con Lewis, beneficiándose de su entusiasmo, ánimo y camaradería. La hija de Tolkien, Priscilla, creía que su padre tenía una enorme deuda con Lewis, y su hijo Christopher insistió aun más en que la relación de su padre con Lewis fue crucial para su visión creativa. “ El profundo aprecio y la intimidad imaginativa que había entre él y Lewis fueron en cierto modo el centro de su obra”, dijo añadiendo que su amistad tuvo “una gran importancia… para los dos”.

J. Pearce, Tolkien. Hombre y mito, Minotauro, Barcelona, 2000, pp. 88 y 92.