martes, 30 de octubre de 2012

RASGOS DISTINTIVOS DEL MODERNISMO



Comienza el siglo XIX en España, romántico, con Larra, Zorrilla y Espronceda. Pronto, al Romanticismo español le sigue a partir de la década de los 40, un serio competidor: el Realismo; para, a finales del siglo, destacar una nueva fuerza: el Modernismo.
Son cinco los rasgos que distinguen el Modernismo de su predecesor:
1.       ESTETICISMO:  lo más importante de la obra literaria es la exaltación de la belleza. Primero, la belleza de la escritura que, alambicada e intensa, llama la atención únicamente sobre sí misma con profusión de arcaísmos y epítetos. Segundo, la belleza de un paisaje literario idealizante y lujoso en el que se suceden palazzi, príncipes, princesas, magníficos paños de tisú, terrazas de mármol, cabellos dorados y mejillas pálidas.
2.       CULTURALISMO: el autor se afana en demostrar su condición culta con reflexiones prescindibles, irrelevantes e incluso, impertinentes,  acerca de  obras de arte.
3.       SENSACIONALISMO: “la condición característica de todo el arte moderno, y muy particularmente de la literatura es una tendencia a refinar sensaciones y acrecentarlas en el número y la intensidad. […] El mismo Baudelaire dice que su alma goza con los perfumes, como otras almas gozan con la música. Para este poeta los aromas no sólo equivalen al sonido sino también al color. [esta analogía y equivalencia de las sensaciones es lo que constituye el modernismo en literatura”, Valle-Inclán, Modernismo, en la revista La Ilustración  Española y Americana nº 22, Madrid, 1902.
4.       SENSUALISMO: precisamente con la intención de hacer triunfar la sensación sobre el sentimiento, la literatura se vuelve carnal y erótica.
5.       EXOTISMO: el modernismo muestra su inconformismo con la sociedad con el gusto por temas artificiales alejados de su entorno.

lunes, 29 de octubre de 2012

¿Por qué estudiar las poéticas históricas?



Como todo movimiento literario y artístico el Modernismo se nutre y configura de  la experiencia de los escritores —experiencia de vida y cultural y artística—, en todo caso ignota y subjetiva. De aquí que cualquier sistematización  resulte contranatural, y ¡tan cultural!
Para el escritor, comprender la poética de cada movimiento poético, de cada género y de cada mitología, es conocer su caja de herramientas. Hablo de comprender, también de reinterpretar, de reciclar e incluso de correr en el sentido contrario, evitando siempre pisar donde otros escribieron la huella (no me voy a morder la lengua que Machado —de niño modernista—  merece siempre ser recordado en sus momentos más inspirados: “al andar se hace camino,/ y al volver la vista atrás/ se ve la senda/ que nunca se ha de volver a pisar”, Proverbios y cantares, XXIX). Para conectar con el mayor número posible de lectores el escritor debe echar mano de todas las armas, de todos los significados; y así, estudiar poéticas antiguas no es un ejercicio de historiografía literaria, no es arqueología, sino progreso.  
Los críticos acusan los movimientos artísticos desde la intuición de que hay una diferencia cualitativa entre las formas antiguas y las nuevas. Enumerar estas diferencias es un ejercicio legítimo y justificado que no sólo caracteriza los movimientos sino que además reconoce la originalidad y la potencia creativa del artista.