jueves, 17 de enero de 2013

La Historia, esa dramaturga.



      Ningún artista es durante las veinticuatro horas de su jornada diaria ininterrumpidamente artista. Todo lo que de esencial, todo lo que de duradero consigue, se da siempre en los pocos y extraordinarios momentos de inspiración. Y lo mismo ocurre en la Historia, a la que admiramos como la poetisa y la narradora más grande de todos los tiempos, pero que en modo alguno es una creadora constante. También en "ese misterioso taller de Dios", como respetuosamente llamara Goethe a la Historia, gran parta de lo que ocurre es indiferente y trivial [...] En ningún caso se ha procurado decolorar o intensificar las verdad de los acontecimientos externos o internos recurriendo a la propia invención, pues en esos instantes sublimes que la Historia configura a la perfección, no es necesario que ninguna mano acuda en su ayuda. Allí donde ella impera como poetisa, como dramaturga, ningún escritor tiene derecho a intentar superarla".

Stefan Zweig, “Prólogo” a la fabulosa Momentos estelares de la humanidad,  
Acantilado, Barcelona, 2006.


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