martes, 2 de julio de 2013

OCURRENCIA XI



DAVID FOSTER WALLACE

Tiene algo que ver con el amor. Con la disciplina de sacar la parte de ti capaz de amar en lugar  de esa parte que sólo quiere ser amada. Sé que esto o está de modo en absoluto. No sé. Pero al parecer una de las cosas que los escritores de ficción verdaderamente geniales hacen […] es darle al lector algo. El lector se marcha del arte auténtico mucho más pesado de lo que entró. Más lleno. […] El mejor trabajo sale probablemente de la voluntad de revelarte a ti mismo, de abrirte en un sentido espiritual y emocional que amenacen con hacerte parecer banal o melodramático o ingenuo  o pasado de moda o ñoño, y pedirle al lector que sienta algo de verdad. Estar dispuesto en cierto modo a morir para emocionar al lector de alguna manera. Incluso ahora, diciéndolo, tengo miedo de lo ñoño que parecerá esto cuando se imprima. […] Es extraño, todo ello tiene que ver con la calidad pero no demasiado con el puro talento al escribir. Tiene que ver con el clic. Antes pensaba que el clic venía de “Hostias, acabo de hacer algo realmente bueno”. Ahora perece que el clic auténtico es más algo como “Aquí hay algo bueno, y por un lado no me importa demasiado, y por otro tal vez al lector no le importe demasiado, pero es bueno porque de aquí se puede extraer valor tanto para mí como para el lector”. Quizá sea tan simple como hacer que la escritura sea más generosa y esté menos guiada por el ego.

Stephen J. Burn, Conversaciones con David Foster Wallace, Pálido Fuego, Málaga, 2012, pp. 83-84.

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