lunes, 14 de noviembre de 2011

CORRIENTE DE CONCIENCIA

William James, en Principles of Psychology, 1890, acuñó el término “stream of consciousness” por analogía entre los cambios de nuestra intimidad y la renovación de las aguas en la corriente de un río. Desde luego que no fue el primero en observar el continuo e indivisible fluir psíquico. […] La realidad primaria de una mente personal —el “yo” enfrentado a un “no-yo”— era para él una sucesión incesante, versátil e irreversible de sensaciones, percepciones, sentimientos, deseos, aversiones, recuerdos, imágenes, ideas… […]
Narradores de todos los tiempos intentaron, si no reproducir los procesos mentales, porque eso es imposible, por lo menos fingir que lo que narraban era una reroducción. Pero en el pasado el análisis interno del fluir psíquico se hacía desde fuera o, si se hacía desde dentro, no penetraba en la zona de lo no verbal. En cambio, en el siglo XX, muchos narradores se especializaron en procedimientos que, por ser nuevos, requerían un bautizo. Entonces se les dio el nombre de “monólogos interiores narrados” y “monólogos interiores directos”.
[…]
En los monólogos interiores de la literatura contemporánea, el lenguaje se organiza, no sobre la gramática, sino sobre lo que la psicología nos enseña de la personalidad profunda. Se produce entonces una revolución lingüística […]. Parecen informales, antiartísticas y sin duda rompen las normas de la gramática, pero es porque se zambullen en el fluir psíquico de un personaje y, mientras se van nadando, asoman la cara sobre las ondas para hacer señas al lector. La prosa de la narración de pronto entra en laberintos sintácticos que remedan laberintos psicológicos. Surge así una nueva retórica, tan mañosa como la vieja.
[…]
El lector lee una serie de palabras; pero las palabras del narrador están allí precisamente para llamar la atención sobre el hecho de que no hay palabras que rindan con plenitud las impresiones del personaje. Son impresiones prelingüísticas, inefable, inenarrables. El mundo psíquico corre rápido y digresivo por debajo del lenguaje.
[…]
Los monólogos interiores propiamente dichos no explican ni comentan la idiosincrasia del personaje, sino que el personaje mismo se desnuda en silencio. Surgen de una honda fuente y por eso el narrador no los organiza ni lógica ni semánticamente. En todo caso la gramática es tan floja que a través de sus grietas uno cree vislumbrar una tenebrosa subconsciencia.

E. Anderson Imbert, Teoría y técnica del cuento, Ariel, Barcelona, 1992, pp. 209-221.




Frsiiiiiiiiifronnnnng tren pintado por alguna parte la fuerza que tiene dentro esas máquinas como gigantes enormes y el agua hirviéndoles por todas partes y saliéndoles por todos lados como el final La vieja y dulce canción de amoor los pobres hombres que tienen que andar fuera toda l noche lejos de sus mujeres y familias en esas máquinas asadas sofocantes fue hoy me alegro de haber quemado la mitad de esos recortes viejos del Freeman y Photo Bits dejando cosas así tiradas por ahí se está volviendo muy descuidado y tiré todas las demás por el W.C. le haré que me los corte mañana en vez de tenerlos ahí hasta el año que viene para sacar unos pocos peniques por ellos dónde está el periódico de enero pasado y todos esos gabanes viejos que saqué en un lío del recibidor dando al sitio más calor del que tiene la lluvia fue estupenda y refrescante precisamente después de mi primer sueño creía que iba a ponerse como Gibraltar Dios mío qué calor allí antes que llegara  […]

James Joyce, Ulises, Aguilar, Madrid, 2004, t. I, p.536.



No hay comentarios:

Publicar un comentario