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Lewis siguió alentando a Tolkien cuando éste intentaba terminar El Señor de los Anillos. “Según parece,
no tengo ninguna energía mental, ni invención”, había escritor Tolkien a
principios de 1944, cuando su trabajo en El
Señor de los Anillos llevaba muchos meses estancado. Lewis, al percatarse
de la falta de progresos de su amigo, le urgió a terminar la obra. “Necesitaba
un poco de presión, y probablemente responderé a ella”. En Abril volvió a
escribir y a leer los nuevos capítulos a los hermanos Lewis y Charles
Willliams. En una carta para su hijo
escribió que el “segundo capítulo” había sido “aprobado” por sus compañeros de
los Inklings.
[…]
Si
la dmiración de Lewis por Tolkien es evidente, también lo es la influencia de
la obra de Tolkien en los esfuerzos literarios de Lewis. La creación de Narnia
por parte de Lewis era sin lugar a dudas un reflejo, aunque pálido en unas
aguas creativas más superficiales, de la Tierra Media de Tolkien y al menos un
crítico ha sugerido que el germen de The
great divorce de Lewis se
halla en el relato peripatético y purgatorio de Hoja de Niggle de Tolkien.
Sin
embargo, a pesar de las crítica de Tolkien a la obra de Lewis, sería
completamente erróneo e injusto insinuar que la influencia sólo fluyó en una
dirección. Tolkien obtuvo un gran provecho de su amistad con Lewis,
beneficiándose de su entusiasmo, ánimo y camaradería. La hija de Tolkien,
Priscilla, creía que su padre tenía una enorme deuda con Lewis, y su hijo
Christopher insistió aun más en que la relación de su padre con Lewis fue
crucial para su visión creativa. “ El profundo aprecio y la intimidad
imaginativa que había entre él y Lewis fueron en cierto modo el centro de su
obra”, dijo añadiendo que su amistad tuvo “una gran importancia… para los dos”.
J.
Pearce, Tolkien. Hombre y mito,
Minotauro, Barcelona, 2000, pp. 88 y 92.
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