[29] … Bien es cierto, no
obstante, que el amor se confirma tanto por un beneficio recibido, como por un
afecto reconocido, como también por el trato habitual; cosas éstas que, sumadas
a aquel primer impulso del ánimo y del amor, encienden en nosotros una intensa
y admirable benevolencia.
Pero quienes pretenden que la
amistad nace de la debilidad, a fin de que haya alguien que nos procure lo que
deseamos, atribuyen a la amistad un origen humilde y poco noble: hacen de ella
algo nacido, por decirlo así, de la pobreza y la indigencia. Si así fuera,
cuanto más falto de recursos propios juzgara uno que se halla, más apto sería
para la amistad; pero en realidad sucede muy de otro modo.
[30] Pues, en efecto, quien mayor
confianza tiene en sí mismo, y mejor provisto está de virtud y sabiduría, de
tal modo que no precisa de nadie y considera que todos sus bienes residen en sí
mismo, tanto más sobresale en el arte de buscar y cultivar las amistades.
Cicerón, Sobre la amistad, José J. de Olañeta,
Editor, Palma de Mallorca, 2003, pp. 55 y 56.
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