Además, lo que pervive sobre todo en
la memoria colectiva sobre las épocas y los países a menudo es lo literario,
pero no necesariamente o en modo alguno lo hecho con ánimo “realista”.
Hablando de manera muy general, muy de
atmósfera, no para eruditos ni para historiadores, diría que la imagen que
tenemos de la Inglaterra victoriana es una mezcla de Dickens y de Sherlock
Holmes.
[…] ¿Qué sentido tiene esta
preocupación por testimoniar una época, si resulta que lo que queda como
testimonial de una época es en gran medida una ficción? A lo mejor hoy en día
las cosas cambian, porque hay televisión, porque todo se graba, se registra, se
conserva. Hay archivos, también está el cine.
Javier Marías, El destino de la literatura, Acantilado, Barcelona, 1999, pp. 109 y 110.
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