Todo escritor —lo quiera
o no, y aunque a veces luche contra ello—es cronista del mundo que le envuelve.
[…] No hay fabulador que se escape de ser cronista. Aunque intente nadar en el
absurdo y la desconnotación. Porque la misma voluntad de desconnotación ya
connota, ya retrata.
Quim Monzó, en El destino de la literatura, Acantilado, Barcelona, 1999, p. 147.
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