¡Ha ocurrido! Necesitaba compartirlo. He abierto un libro,
quizás por la mitad, he leído en diagonal, he dejado caer las hojas (que
chirrían como bisagras sueltas) hacia la derecha y entonces ha ocurrido: el
libro se ha sacudido el polvo. Ha sido una nube de no más de seis centímetros y
medio de largo por ocho de ancho, y ha sido espesa, algo amarillenta, y breve,
muy breve. El polvo ha caído sobre mi rodilla. Y me he sentido como el
explorador británico R.F. Scott leyendo la carta que le dejó Amundsen junto a la bandera noruega.
No voy a decir ni el titulo, ni el autor, ni la editorial,
ni la fecha. Lo devolveré a la biblioteca y volveré en unos años, quizás dentro
de tres años, o puede que dentro de seis. Y comprobaré si hay nube de polvo, y
la mediré. Puede que escriba hasta un artículo científico sobre el fenómeno.
Confío en que nadie más sufra de librofagia.
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