Cada vez que
llega a la casa se quita sus gafas negras y las pone en el refrigerador.
Después llena la bañera de agua y la contempla por varias horas. Llora cada vez
que ve su rostro anémico reflejado en el agua.
ANTONIO
VÁZQUEZ FLORES
John salió
del estudio fotográfico con el billete de 20 dólares en la mano. No era la
primera vez que le hacía fotos para archivos de fotostock. Alguien “con cara de camionero”. Compró un hot-dog y una lata de coca-cola mientras
se secaba el sudor de la frente con un pañuelo ya más amarillo que blanco. Ya
en su camioneta Chevrolet, arrancó el motor y se miró en el retrovisor: ancho,
curtido y desaliñado, como siempre. Y las patilla rojizas más largas que nunca.
Quince minutos
después, John entraba en su despacho del MIT. En la puerta estaba escrito:
Departamento de Filosofía de la Ciencia.
SANTIAGO
GONZÁLEZ-BARROS
Agarró con
fuerza la copa de brandy y removió el hombro acomodándose la cinta del bolso.
Cuando el
camarero le tendió las vueltas ella le hizo una mueca de disgusto.
—Para
ti, niño. No me hagas sacar el monedero otra vez.
Dio un sorbo
al líquido ambarino y dejó una huella granate en el borde de la copa. Se le
escuchó la lengua moviéndose entre la saliva espesa. Después se reunió con sus
compañeros, allí, en la nube de humo, un hábitat viciado y nebuloso para el que
encendió un puro y dio una profunda calada. Su voz sonaba carrasposa, como
ávida de agua tras días en el desierto.
BEATRIZ
S. TAJADURA
Marielu sólo
sabía reírse a carcajadas, caminaba por la calle de una manera de la que mi
madre decía que parecía que estuviera bailando, y recuerdo que cuando volvía
asqueada del despacho de abogados, siempre me amenazaba con pintar las puntas
del pelo rosas. “Y si me echan del trabajo —me gritaba mientras se desmaquillaba
en el baño— entonces me pintaré todo el pelo de rosa”. Luego sin embargo,
cuando me despertaba por la noche con el
cuello dolorido y la encontraba abrazada a la almohada, me fascinaba la
fragilidad que desprendía chupando con relamido placer el dedo pulgar de su
mano derecha.
ÍÑIGO
RUBIO ZAVALA
* Estos textos fueron elaborados en 10 minutos durante la 3ª sesión del Taller de Escritura Creativa II, Tesis encarnadas.
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