“Pues éste me
parece el cometido principal de la biografía: representar al hombre en las
circunstancias de su época y mostrar en qué medida se resiste a ellas, en qué
medida le favorecen, cómo a partir de ellas se ha formado una visión del mundo
y de los hombres y cómo, si se trata de un artista, poeta o escritor, ha
proyectado esta visión al exterior. No obstante, para ello, hace falta algo
prácticamente inalcanzable, y es que el individuo se conozca a sí mismo y a su
siglo: a sí para saber en qué medida
sigue siendo el mismo bajo todas las circunstancias, y a su siglo en cuanto
éste arrastra consigo, determina y forma tanto a quien así lo quiere como a
quien no, de modo que probablemente pueda afirmarse que cualquiera, sólo con
haber nacido diez años antes o después, se habría convertido en alguien muy
distinto en lo que respecta a su propia formación y a su influencia en el
exterior.”
Con estas
palabras justifica Goethe en el prólogo su autobiografía Poesía y verdad (1811). Autobiografía que nace de una carta
simulada, ficticia (¡qué grande!) en la que un amigo le solicita:
“Así pues, lo
primero que le rogamos es que su obra poética, ordenada en esta nueva edición
según cierta relaciones internas, nos sea mostrada en una secuencia cronológica
y que nos confíe con cierta interrelación tanto los estados vitales y anímicos
que han suscitado su temática como también los modelos que han influido en
usted, en no menor medida que los principios teóricos que ha seguido. Aunque
dedique estos esfuerzos a un círculo reducido, tal vez de ellos surja algo que
también pueda serle grato y útil a otro mayor. Ni siquiera en edad avanzada
debe renunciar el escritor al beneficio de conversar incluso en la distancia
con quienes han desarrollado una inclinación por él. Y aunque a ciertos años no
pueda serle dado a cualquiera el presentarse nuevamente al público con creaciones
inesperadas y de poderosos efecto, precisamente a esa edad en la que el
conocimiento se torna más completo y la conciencia más clara debería resultar
muy entretenida y revitalizadora la tarea de tratar nuevamente lo ya creado y
hacer de ello un último tema que contribuirá nuevamente a la formación de
quienes antaño se formaron con el artista y con su obra”.
Poesía y verdad, Goethe, Alba,
Barcelona, 1999, pp. 19-21.
Poco ilustra
estos textos la tarea encargada en el Taller de Escritura Creativa I para el 8
de marzo, lo sé. Pero buscando algo que pudiera ayudaros en este fabuloso libro me encontré con un Goethe —fundador
del Romanticismo— pudoroso, ¡pudoroso! Un artista que necesita simular un
encargo para justificar la exposición de su vida y su pensamiento. A muchos el
título de su autobiografía, Poesía y
verdad, les parece un enigma, pero es la prueba incontestable de que Goethe
no fue un hombre que escribía, sino que fue un escritor: un hombre para el que
su vida sólo tiene sentido si lo tiene su poesía. En Poesía y verdad Goethe busca encontrar un sentido a su vida
justificando a través de su vida su propia poesía, y convencido de ser hombre
de su tiempo y no un genio original, encuentra este sentido no sólo en sus
memorias sino en su pasado y presente históricos. Habría que revisar nuestros
prejuicios acerca del Romanticismo desde este texto.
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