Pero, cuidado, la ficción enmarcada en
acontecimientos históricos (¿es esta una perífrasis eufemística?) es
asunto muy serio, pues es fruto de una imaginación disciplinada. En la
ficción enmarcada en acontecimientos históricos (¡qué molesto es el
lenguaje teóricamente correcto!) la verosimilitud no depende únicamente
de la coherencia del texto, sino también, e incluso más, de su fidelidad
al pasado histórico, a los datos
historiográficos. Para lograr esta fidelidad el escritor ha de
documentarse bien, esta es la disciplina a la que tenemos que someter
nuestra imaginación.
Recordad que cualquier gazapo es capaz de romper la magia del pacto de lectura.
Pero hay alternativa, no os asustéis. Frente a la ficción enmarcada en
acontecimientos históricos (¿cómo evitar el circunloquio sin provocar
una discusión de crítica literaria?) el escritor tiene en verdad dos
opciones:
Opción A: volverse historiador, y agudizar el detalle histórico.
Opción B: volverse vidente, y agudizar la generalidad del relato.
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