Vuelvo a transcribir: sólo
vale la materia en gestación, la inmediatez vivencial.
Cortázar busca en muchos de sus relatos sacudir la
competencia narrativa del lector, convertirlo en protagonista, y por esto mismo
no duda en presentar sus cuentos en
gestación. No se trata de ocultar el artificio que es la ficción, sino de
subrayar su superestructura artificial en la que lo único que pretende ser verosímil
es la propia obra literaria. Así, la metaficción de Cortázar insiste en señalar
que la realidad no es ingenua, tampoco sencilla, sino que las interferencias de
otras realidades semánticas son constantes.
2
de febrero, 1982.
A
veces, cuando me va ganando como una cosquilla de cuento, ese sigiloso y
creciente emplazamiento que me acerca poco a poco y rezongando a esta Olympia
Traveller de Luxe
(de
luxe no tiene nada la pobre, pero en cambio ha travaleado por los siete
profundos mares azules aguantándose cuanto golpe directo o indirecto puede
recibir una portátil metida en una valija entre pantalones, botellas de ron y
libros),
así
a veces, cuando cae la noche y pongo una hoja en blanco el rodillo y enciendo
un Gitane y me trato de estúpido,
(¿para
qué un cuento, al fin y al cabo, por qué no abrir un libro de otro cuentista, o
escuchar uno de mis discos?),
Pero
a veces, cuando ya no puedo hacer otra cosa que empezar un cuento como quisiera
empezar éste, justamente entonces me gustaría ser Adolfo Bioy Casares.
“Diario de un cuento”, en Deshoras.
Nunca
se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando
la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de
nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de
los ojos, y sobre todo así: tú la mujer rubia eran las nubes que siguen
corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros. Qué diablos.
“Las babas del diablo” en Las armas secretas.
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