1º. Desenlaza al
menos uno de estos nudos.
NUDO B:
Y sólo entonces comprendo que es él, el hombre que me espera en el
salón, mi amigo, mi compañero, el padrino de mi hijo. Es él. Él mató al
sargento Díez, y a Taboada. ¿A cuántos más? Mi mujer y mi bebé duermen arriba,
a dos metros y medio de mi pistola. En la cocina sólo hay un cuchillo con el
filo tosco, una botella de vino y el sacacorchos que aprieto en mi mano.
Pienso. Intento hacerlo rápido. Pero oigo sus pasos acercándose.
Parece como
estas películas que dan un giro inesperado al final y piensas que te están
tomando el pelo, pero la revisas y, efectivamente, todas las pruebas estaban
ahí desde el principio. Todo encaja. Y entonces no sabes qué te jode más: que
el hombre que podría ser tu hermano es un asesino, o que todo haya pasado
delante de tus narices. ¿Pero sabes eso que dicen de que en la ignorancia está
la felicidad? Pues no hay nadie más ignorante que yo.
—¡Ah! Estas ahí,
¿quieres copa o vaso para el vino?
ALEJANDRO GALVÁN PADILLA
Piensa, piensa,
piensa. Comparado con él yo siempre fui enclenque; no tengo ninguna posibilidad
de quitarle el arma. Oigo como me llama y maldigo para mí mismo porque tendría
que haberlo sabido.
Cierro los ojos
y suspiro hondo. Abro el grifo del agua caliente. Desecho lo demás, salvo la
botella. Escojo una de las caras y la llevo al grifo. Cuando está justo a mi
espalda con la mano —lo sé— sobre el arma, le tiro el agua a los ojos y luego
golpeo hasta que deja de moverse.
El llanto del
bebé se oye sobre el ruido del grifo. La pesadilla ha terminado.
JOSÉ FANJUL ALEMANY
—¿Te ayudo con
la bebida?
Me estremezco
sólo de oír su voz, está hablando desde el marco de la puerta. Me pongo cada
vez más nervioso. Voy a morir aquí, junto al microondas nuevo y después
asesinará a mi familia. Casi no puedo respirar, ni pensar con claridad. Empiezo
a verlo todo borroso. La boca me sabe a cobre. ¿Qué es ese tirón que siento en
el brazo izquierdo? Hostia, un infarto.
LEYRE MURUGARREN ROMERO
NUDO C:
Pasa la mano por el espejo y se ve, cada vez más cansado. Vacía el
tubo de espuma en la mano y se pinta la
barba. Empieza a afeitarse. Detrás de él ella se desnuda y entra en la ducha.
Se corta con la cuchilla debajo de la nariz. Se echa agua en la cara. El espejo
se ha vuelto a empañar, vuelve a pasar la mano, coge un trozo de papel
higiénico y tapa la herida con él. Ella le pide que le alcance una toalla y
sale de la ducha. Se miran en el espejo, se miran a los ojos a través del
espejo. Hasta que entran ellos y el espejo vuelve a empañarse.
Son sus ojos los
que le descansan, la calidez de su cuerpo ya húmedo. El aroma de vainilla de su
gel diario y su caprichoso beso. Y fue entonces cuando los upo. Es ella, no quiere
a nadie más. Que solo ella empañe mi vida.
ANA FUERTES VALLÉS
Sus siluetas
toscas y difusas, fusionadas como un siamés por su misma tonalidad tras el vaho
permanecen quietas y sin decir palabra. Entonces ella enciende el secador y él
una vez más la mano por el espejo, rompiendo su unidad, volviendo a ser dos
vidas ajenas con su soledad, a pesar de compartir el mismo baño, a pesar de
mirarse y encerrarse en el mismo espejo cada mañana.
LUCAS MALCORRA GAZTAMINZA
3º. Escribe una
última frase para al menos uno de estos microrrelatos.
Una anécdota persa
muy antigua muestra al narrador como un hombre aislado, de pie en una roca cara
al océano. Cuenta sin descanso una historia tras otra, deteniéndose apenas un
momento para beber, de vez en cuando, un vaso de agua.
El océano,
fascinado, lo escucha en calma.
Y el autor anónimo
añade:
—Si un día el
narrador callase, o si alguien lo hiciese callar, nadie puede decir lo que
haría el océano.
De cara al océano, Jean-Claude
Carriére
Porque no habría nadie para
verlo.
MARÍA SEGURA USÚA
Pero ese día llegó y el océano
habló, y en todo el mundo se oyó.
CLAUDIO SOTO H.
Justo en el instante
en que él se estaba afeitando, ella se duchaba.
Justo en el instante en el que ella se maquillaba, él leía el periódico.
Justo en el instante en que él estaba desayunando, ella guardaba sus papeles.
Justo en el instante en el que ella empacaba su almuerzo, él acariciaba su gato.
Justo en el instante en que él daba instrucciones al portero, ella tomaba su café.
Justo en el instante en el que ella salía de la casa, él cogía las llaves del carro.
Justo en el instante en que él pasaba con su carro, ella cruzaba la calle.
Justo en el instante en el que ella se maquillaba, él leía el periódico.
Justo en el instante en que él estaba desayunando, ella guardaba sus papeles.
Justo en el instante en el que ella empacaba su almuerzo, él acariciaba su gato.
Justo en el instante en que él daba instrucciones al portero, ella tomaba su café.
Justo en el instante en el que ella salía de la casa, él cogía las llaves del carro.
Justo en el instante en que él pasaba con su carro, ella cruzaba la calle.
Casualidad, Ángela Adriana Rengifo
Justo en el
instante que él solo pensaba en ella, ella leía las cartas que él le escribió.
BEATRIZ ARIZTIA ETXEBERRIA
Justo en el
instante que él nacía en el hospital, ella era enterrada en el panteón
familiar.
CÉSAR RINA SIMÓN
“Por fin
coincidimos”, pensaron esta vez al unísono justo en el instante en el que él le
atropella a ella.
FERNANDO MARTÍNEZ
Justo en el
instante en el que ella exigió el divorcio, él escuchaba música en sus cascos.
SANTIAGO GONZÁLEZ BARROS
Los veinticinco
microrrelatos que integran este librito son combinaciones de cien palabras.
Usted dirá, y a quién le importa cuántas palabras tiene un relato. Yo le diré
que la exactitud es un mérito. Usted me replicará que quiere leer textos
buenos, no textos exactos. Yo le diré que es difícil dictaminar la bondad o
maldad de un texto, en cambio, es fácil contar la cantidad de palabras. Usted
alegará que no quiere comprobar, que quiere leer, simplemente leer. Yo le diré
que entiendo su lógica, pero que nuestro diálogo debe terminar porque ya hemos
empleado cien palabras.
Al incontable lector,
Fabián Viqué
Puedo, si me
empeñó, concederle ciento seis.
JOSÉ FANJUL ALEMANY
Y lo estropearé
si añado estas siete.
MARÍA SEGURA USÚA
*Textos elaborados por los participantes del Taller de Escritura Creativa durante la 6ª sesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario