De todas formas, lo importante no es
la memoria, la experiencia que se recuerda, sino la forma de entender eso que
se recuerda. Para mí, ésa es la clave: cómo se entiende, con qué teoría se
“recoge” el recuerdo. Por poner un ejemplo cercano, pude escribir Obabakoak porque el estereotipo
folklorizante con el que se explicada el mundo en que yo había nacido me
resultaba, además de trivial, absolutamente inexacto. Lo que se decía en los
periódicos o en los documentales sobre los haizkolari, por ejemplo no coincidía
con lo que yo sentía al ver que el filo del hacha golpeaba a unos pocos
milímetros del pie desnudo del deportista.
Bernardo Atxaga, en El destino de la literatura, p. 43.
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