—La buena presentación.
¿Qué?
Él asiente.
—La buena presentación. Lo tengo clarísimo.
[…]
—[…]Yo, lo primero que aprendí fue que la única manera de recibir un poco de atención es tener aspecto de profesional […] Tú no puedes convencerlos de que el cuento sea bueno —concluye Frank—, pero al menos puedes ayudarlos a que intenten que les guste.
S. King, Mientras escribo, Debolsillo, Barcelona, 2001, pp. 270-271.
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