DAVID FOSTER WALLACE
Tiene algo que ver con el amor.
Con la disciplina de sacar la parte de ti capaz de amar en lugar de esa parte que sólo quiere ser amada. Sé
que esto o está de modo en absoluto. No sé. Pero al parecer una de las cosas
que los escritores de ficción verdaderamente geniales hacen […] es darle al
lector algo. El lector se marcha del arte auténtico mucho más pesado de lo que
entró. Más lleno. […] El mejor trabajo sale probablemente de la voluntad de
revelarte a ti mismo, de abrirte en un sentido espiritual y emocional que
amenacen con hacerte parecer banal o melodramático o ingenuo o pasado de moda o ñoño, y pedirle al lector
que sienta algo de verdad. Estar dispuesto en cierto modo a morir para
emocionar al lector de alguna manera. Incluso ahora, diciéndolo, tengo miedo de
lo ñoño que parecerá esto cuando se imprima. […] Es extraño, todo ello tiene
que ver con la calidad pero no demasiado con el puro talento al escribir. Tiene
que ver con el clic. Antes pensaba que el clic venía de “Hostias, acabo de
hacer algo realmente bueno”. Ahora perece que el clic auténtico es más algo
como “Aquí hay algo bueno, y por un lado no me importa demasiado, y por otro
tal vez al lector no le importe demasiado, pero es bueno porque de aquí se
puede extraer valor tanto para mí como para el lector”. Quizá sea tan simple
como hacer que la escritura sea más generosa y esté menos guiada por el ego.
Stephen J. Burn, Conversaciones con David Foster Wallace,
Pálido Fuego, Málaga, 2012, pp. 83-84.